Por Pablo Olier Martínez
En esta cuarentena he aprendido que la felicidad es aquella actitud que todo ser humano puede emprender. Pues, es una decisión personal de disfrutar la vida o no, lo cual reflejamos en nuestras acciones y diario vivir. Cuando disfrutamos la vida tenemos un gesto de gratitud y todo, pero todo lo que hagamos lo gozamos. No solamente debemos ser felices en aquellos momentos que para algunos son buenos y para otros malos, sino que en todo momento debemos tener ese gesto.
Constantemente leemos en muchas superficies el versículo bíblico que encontramos en la epístola de Filipenses, capítulo 4, versículo 13, que a la letra dice: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Lo mordaz de esto es que, al interpretar este versículo erróneamente, infinidades de personas han llegado a asignarle un significado acomodado e incorrecto, totalmente en contra de lo que realmente significa. Es tanto la distorsión de su significado, que se ha convertido en un lema de crecimiento a nivel personal más no espiritual, y un eslogan de codicias y metas. Para muchos, este versículo se ha convertido en una especie de consigna para motivar muchos aspectos de la vida, como lo es la abundancia material, la superación profesional y el tan anhelado éxito.
A decir verdad, es un versículo que habla acerca de regocijo, mas no de anhelos hechos realidad o metas logradas. Se trata de estar siempre alegre, con la frente en alto, encantado y firme en nuestra fe aun en las situaciones más fuertes o adversas de nuestras vidas.
El pasaje no fue escrito por Pablo con el fin alentar el deseo, por ejemplo, de ganar el partido de béisbol, se trata de la forma de responder cuando se pierde el juego, o se lesiona durante la temporada. Tampoco se trata de conseguir el tan anhelado empleo o nuevo cargo de trabajo, apartamento, casa o aquel vehículo nuevo. Se trata de encontrar satisfacción en el juego ya hecho, en el trabajo que tenemos, disfrutar el apartamento o casa que ya posemos, y el auto que en debida forma estamos usando.
En mi opinión la cuarentena ha influenciado en todos los hogares para que avive el amor propio o recíproco, ya sea con nuestros semejantes o con lo que nos rodea. Y lo más importante, nos hemos compenetrado más con Dios. Ya no hay excusa para decir “No tengo tiempo”.
Entonces, si “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”, aun en nuestros peores momentos tenemos la fortaleza de Cristo porque en él todo, sin excepción alguna, lo podemos, incluso hasta orar con el peor estrés de esta coyuntura pandémica.
La conclusión también quedará sujeta a la reflexión del lector, luego de leer los versículos anteriores al 13, del mismo capítulo, el cual dice: (…)
“10 En gran manera me gocé en el Señor de que ya al fin habéis revivido vuestro cuidado de mí; de lo cual también estabais solícitos, pero os faltaba la oportunidad.
11 No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación.
12 Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad.
13 Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.” (SIC)