Por Raul Zuleta.
Nuestro Señor Jesucristo no fue irresponsable, a la hora de encomendarnos a ser testigos de la misión más grande de la humanidad. Él prometió no dejarnos solos, no dejarnos desamparados, no dejarnos sin ayuda; y sobre todo no dejarnos sin el poder para cumplirla. Sus últimas palabras antes de ascender a los cielos fueron las siguientes:
Hechos 1:8-9 8cuando venga el Espíritu Santo sobre ustedes, recibirán poder y serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra. 9Habiendo dicho esto, mientras ellos lo miraban, fue llevado a las alturas hasta que una nube lo ocultó de su vista (NVI).
Podemos observar como en la fiesta de pentecostés, el Espíritu Santo vino a habitar de manera permanente en los discípulos (cumpliendo así las profecías hechas por medio de los profetas en el Antiguo Testamento: Ez 11:19; 36:26-27; Jo 2:28-29, y de Jesús Jn 14:15-31).
Pero además de esto, la venida Espíritu Santo los fortaleció con un poder sobrenatural y los capacitó con un conjunto de dones espirituales o habilidades especiales que les permitieran vencer las tentaciones y llevar a cabo de forma efectiva, el deseo más encarecido de Dios para con su creación, y éste no es otro que la salvación de todos los hombres por medio de la predicación del Evangelio, esto es, testificar de Su amor y Su misericordia, de lo que Él hizo por nosotros en la cruz, y de Su obra maravillosa en nosotros.
Ahora bien, esto no fue un suceso meramente histórico; Jesús prometió que esto lo recibirían todos aquellos que crean y confíen en Él. Es por esta razón que nosotros creemos, que el Espíritu Santo (siendo la segunda persona de la trinidad Divina), continúa capacitando y fortaleciendo a la iglesia de la misma manera que lo hizo con los primeros cristianos.
Pablo dijo claramente, en Efesios 1:13-14, “En él también ustedes, cuando oyeron el mensaje de la verdad, el evangelio que les trajo la salvación, y lo creyeron, fueron marcados con el sello que es el Espíritu Santo prometido. Este garantiza nuestra herencia hasta que llegue la redención final del pueblo adquirido por Dios, para alabanza de su gloria” .
Los dones espirituales siguen estando vigentes hoy; y estos incluyen tanto los relativos a la capacidad natural (enseñanza, mostrar misericordia, administración) como los que parecen ser más milagrosos (profecía, sanidad, discernimiento de espíritus). Cuando Jesús vuelva, los dones espirituales dejarán de existir, porque ya no habrá quien los necesite (1 Co 13:8).
No debemos ignorar lo que la Biblia enseña con respecto a este tema, el apóstol Pablo fue muy claro en sus cartas a las iglesias de Roma, Corintio y Éfeso. Todos los dones espirituales, dice Pablo, lo hace un mismo y único Espíritu, quien reparte a cada uno según él lo determina (1 Co 12:11). Estos dones son dados para el bien de los demás (1 Co 12:7) y se los debe usar para edificar a la iglesia (1 Co 14:26).
Wayne Grudem dice: Conforme la iglesia, mediante el poder del Espíritu Santo, hace una realidad presente una promesa futura, está dando a todos los que quieren verlo un bocado de prueba de lo que vendrá y cumpliendo la misión que Cristo le ordenó y la fortaleció para cumplir.
Es por todo esto, que debemos la iglesia cristiana debe descansar en la realidad de lo que Dios ha prometido. Él nos ha llamado, nos ha capacitado y nos envía con todos los recursos necesarios para cumplir su misión. Debemos confiar en que es su Espíritu quien nos da las fuerzas, la valentía, la sabiduría, y las habilidades especiales para llevar a cabo la misión de predicar el evangelio hasta lo último de la tierra.
Pues Dios no nos ha dado un espíritu de timidez, sino de poder, de amor y de dominio propio.
2 Timoteo 1:7